Pero no sólo deben tener juguetes en esta época del año, los niños deben criarse rodeados de juguetes, que les estimulen y les ayuden a desarrollar el ingenio, la imaginación y la creatividad. Sería aconsejable que le renovemos los juguetes cada seis meses y que cuidemos más que la cantidad, la calidad de los mismos. Es conveniente, que tengamos en cuenta la edad del niño y sus gustos y preferencias a la hora de seleccionar un juguete determinado.
El juego es un aspecto primordial en el desarrollo físico y psíquico del ser humano, especialmente en la etapa infantil; por eso es muy importante que fomentemos el juego en nuestros hijos. El juego no sólo es una actividad de diversión y ocio, sino que les permite descubrir el mundo y relacionarse a través de él. Además, les transmiten valores y normas de comportamiento, les ayudan a resolver problemas y a desarrollar competencias sociales. A través del juego el niño va conociendo sus potenciales y debilidades, va madurando y se va forjando su propia personalidad.
El niño que juega es un niño sano y feliz, por eso es necesario que proporcionemos tiempo libre a nuestros hijos para jugar y que encontremos el equilibrio entre el tiempo de juego en soledad y el compartido con los padres y las madres.
Por un lado, tenemos que favorecer el juego en soledad porque así le estaremos ayudando a ser más autónomos, más independientes y le facilitaremos que en un futuro sea una persona segura de sí misma y capaz de tomar decisiones. Las personas deben saber disfrutar de su soledad, ya que de esta manera adquieren más recursos y son más creativas, aprenden a utilizar su tiempo y administrarlo. También al estar solo se valora más el estar acompañado.
Pero, los padres y las madres, no debemos olvidar que tenemos que jugar con nuestros hijos, sacar tiempo para ello, un ratito diario de juego compartido es suficiente (ir al Parque Centro, al Parque Oromana, quedarse en casa, etc). Una vez más, no se trata de cantidad sino de calidad, que ese momento sea exclusivamente para disfrutar. Los niños que juegan con sus padres y sus madres crean unas relaciones afectivas más sanas con ellos, ampliándose los lazos de unión y complicidad.
Como decía Michel Eyquem de Montaigne, filósofo y escritor renacentista, tened siempre presente que los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades.
Ángeles Benítez Rey
Psicóloga de Grupo DICTEA
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