Se trata de una pintura mural de gran tamaño que representa a Santiago y San Mateo, situada en el muro frontal de la capilla gótica de la cabecera del templo de Santa María del lado de la Epístola. Según su criterio la autoría de las mismas podría corresponder a Gonzalo Díaz y Nicolás Carlos.

Aunque se ha perdido una parte muy importante de la pintura aún se aprecian los rostros de ambos santos, el cuerpo de San Mateo y los atributos de ambos. Santiago luce un amplio sombrero con la venera de los peregrinos. Su cara es alargada de rasgos suaves, con ojos claros y nariz recta. San Mateo lleva el libro de los evangelios en la mano izquierda y los señala con la derecha. En sus rasgos se aprecia la barba partida y presenta los pies descalzos.

En cuanto al fondo, según la descripción de la profesora Marchena, “está dividido en gruesas líneas en donde elementos arquitectónicos alternan con alguno fitomórfico en una incipiente ordenación de candelieri que es la única concesión que se ha hecho al estilo antiguo.  Entre estas especies de vigas apenas se aprecia lo que debió ser un paño de brocado de tono más claro, lo que en la pintura y la miniatura del siglo XV es bastante habitual”. La importancia del fondo está pues la combinación de los mundos renacentista del que empiezan a conocerse algunos elementos y el gótico que aún tiene mucha vigencia. La pintura estuvo durante mucho tiempo oculta por un retablo que fue eliminado en 1993.

El estudio de los rasgos de ambas figuras lleva a la investigadora a encontrar grandes similitudes con otras dos pinturas en esta ocasión realizadas sobre tabla y que existían en el Santuario del Águila y a atribuir las tres a una misma mano. Una de ellas era una hermosa Natividad de gran calidad artística, que fue quemada en 1936. La otra es una tabla de San Bartolomé, que posiblemente formara con la anterior y con otra pieza, un tríptico. De ambas piezas existen fotografías de buena calidad. La pintura de San Bartolomé está desaparecida, posiblemente fuera vendida en 1911 y se conoce que desde 1931 hasta 1957 estuvo en el Museo de Bellas Artes de Cádiz. Desde entonces no se sabía nada de ella hasta que volvió a la luz en junio de 2015.  Lo hizo en el catálogo de una subasta que se celebró en Sevilla. Su precio de salida fue de 20.000 euros y la adquirió un coleccionista privado por lo que Alcalá perdió la oportunidad de recuperar una pieza clave de su patrimonio.

Para las pinturas citadas, Rosario Marchena ha encontrado un documento que permite fijar su autoría. En el mismo fechado el 7 de marzo de 1508 los pintores Gonzalo Díaz y Nicolás Carlos, ambos vecinos de la collación de San Salvador de Sevilla, reconocen haber recibido de Francisco Sánchez, prioste de la cofradía de San Bartolomé de Alcalá de Guadaira, 8.000 maravedíes que es parte del pago de un retablo que están haciendo para dicha hermandad. Al tiempo que especifica que dicha cofradía radicaba en la collación de San Miguel de Alcalá. En este barrio existe una iglesia del mismo nombre, donde en el siglo XV se fundó una capilla “a honra y reverencia del Apóstol San Bartolomé”. La ruina de este templo haría que la pintura pasara a la cercana Santa María del Águila.


La pintura como documento

Bajo la iconografía religiosa de la pintura mural de Santa María del Águila  se esconde un documento histórico de gran relevancia para la historia de Alcalá: el apóstol que inspiró la Reconquista (Santiago) aparece con el santo en cuya festividad los cristianos conquistaron el Castillo a los árabes, el 21 de septiembre del año 1246. Desde entonces, el Evangelista es el patrón de la localidad.