Este Martes, el Cristo del Perdón hizo el camino inverso. Desde la Inmaculada donde fijó su casa, hasta el convento de las Clarisas, allí donde pasó años tras su llegada a Alcalá. La imagen hizo su “noviciado” entre las monjas y se impregnó de la esencia de la ciudad y del convento. Luego salió a predicar ambas por la ciudad y llegó a la Inmaculada. Allí donde hacía falta, donde faltaba la devoción entendida con el prisma de las hermandades y donde podía cumplir la misión de dar identidad en clave alcalareña a uno de los barrios configurados por gente llegada de fuera.
Desde entonces la hermandad ejerce allí su ministerio de forma notable con una acción social imbuida en el barrio y muy próxima a las necesidades reales. Aquí está su presente y su futuro, pero en las Clarisas fueron las primeras oraciones al Cristo del Perdón, las que recibió en voz baja en la intimidad del cenobio y eso deja huella. Tanta como para querer revivir cada año el gozo de esos rezos.
La del Perdón es un ejemplo de la línea ascendente que viven en los últimos años las corporaciones alcalareñas. Cada año incrementa su patrimonio. Este año el paso de Cristo completa los brillos dorados de los candelabros y ha estrenado el estandarte corporativo. El paso que sale tallado en madera deja vislumbrar que cuando esté acabado sumará mucho esplendor a la Semana Santa de Alcalá, añadiendo unas andas que hacen una aportación estética y que tienen personalidad propia.
La juventud de la corporación hace precisamente que estén proceso de definir de forma plena esa personalidad y la estética que la acompaña. La mejora es notable en los últimos años. El palio de la Virgen de las Angustias ha ganado en esplendor en lo artístico con las bambalinas antiguas de Gracia y Esperanza de la hermandad sevillana de San Roque, pero también en personalidad, abriéndolo a una línea que permite una mayor lucimiento. La talla del paso de Cristo inserta la estética de la cofradía en el barroco. Las capas marrones le dan esencia franciscana y carácter de hermandad de barrio. La hermandad afina su personalidad a base de aciertos y de conjunción con su marco espacial.
El barrio la acompaña en su estación de penitencia, trayendo al centro la proclama de alcalareñismo de quienes se incorporan a la ciudad desde lejos de la calle la Mina, pero conscientes de que su memoria está también aquí, donde es común con la de todos y donde las monjas dieron refugio al Cristo que en su expresión busca consuelo y ascensión, alivio para su dolor y trascendencia para su espíritu, en una mirada que se clava en el cielo de la tarde y en el corazón de quienes lo buscan.
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