Una cita en el calendario,

la ilusión de un reencuentro

y el temor de que ese día

nos hiciera algo más viejos.

Convocan los salesianos

a los alumnos que fueron

y para honrar su recuerdo

acuden cuatrocientos.

En la capilla oraciones,

Auxiliadora en el centro

San Juan Bosco y “Dominguito”

escuela de costaleros.

Patio de abajo, recreo

alto pórtico y en sus paredes

historia escrita

azulejo para el recuerdo.

En el teatro, las fotos

un pasaporte a otro tiempo,

historia a borbotones

en sepia y en blanco y negro.

“Aquí estaba nuestra clase”,

“este despacho es nuevo”

“lo recordaba todo más grande”.

Eran más grandes los sueños.

El patio de arriba,

entonces dorado campo de sueños.

El fútbol como obsesión,

la vida un partido eterno.

Aquí el “paradón” de uno,

allí el tiro al larguero

ya casi en el descuento

que hubiera valido un trofeo.

Nostalgia de más cielo

sin taponar por el muro.

Campo de albero coronado

de jardines y de un huerto.

La cita en la pajarera,

los pájaros y su estruendo.

Y cuando había pelea

“¡a las cinco nos vemos!”

Abrazos que se repiten

entre los amigos viejos

que en este mismo escenario

se hicieron compañeros.

Risas por nuestra inocencia,

carcajadas, “¡cómo éramos!”

El recuerdo de una ausencia

y el instante de silencio.

Pizarras, tizas, pupitres,

los lápices, los plastidecor.

“¡Niño, sal a la pizarra!”

Borradores volanderos

Las caracolas del puesto,

las cuñas y las palmeras

“¿cinco duros,

Era el precio?”

La sirena atronadora

que era alegría y tormento.

La escalera entre empujones

y “¡lo cafres que éramos!”

Aquel profesor y el otro.

El reconocimiento

a quien entregó su vida

para hacernos hombres buenos

De alguna crueldad el arrepentimiento.

La confesión de que hay lecciones

que entonces todos negamos

y aprendimos con el tiempo

Los curas, las misas,

los días grandes,

la Novena,

las fiestas en el colegio.

Para los más antiguos, homenaje

diez lustros desde que salieron.

La charla, el brindis, más recuerdos,

la noche avanzando sin que pasara el tiempo.

Un espíritu que entonces

nos guardaron en el pecho

y que hoy aquerenciado

nos aletea inquieto.

Y el tiempo que vino a herirnos

Se fue al vernos, como entonces, riendo…