Es Alcalá ciudad de aluvión demográfico. La avalancha de nuevos alcalareños que tuvo lugar, sobre todo, en los años 50 y 60 al calor del desarrollo industrial y del vigor de los almacenes de aceitunas ha configurado una ciudad destartalada en lo urbanístico y descoyuntada en lo social. La división entre el centro y los barrios era patente en las últimas décadas del siglo pasado, propiciando una fuerte desafección de gran parte de la población hacia los asuntos ciudadanos, incluyendo celebraciones y festivales (la feria, “un poné”).

Esta división tenía (¿tiene?) aspectos socio-económicos, ideológicos y hasta estéticos. Los hijos de los alcalareños advenedizos odiábamos fieramente aquel terrible “¿y tú de quién eres?” que tenía escasa curiosidad genealógica y mucha intención supremacista. Los barrios se convirtieron en mini-municipios apoyados por una lógica uniformidad social y de edades. El envejecimiento del centro de la ciudad y el vigor demográfico de los barrios desequilibraron fuertemente el reparto de vida ciudadana, vitalidad comercial y compromiso con la ciudad.

Este tema daría para extenderse largamente (y para contrastar visiones), pero este texto quiere adentrarse en una de las más hermosas y potentes manifestaciones de compromiso ciudadano; las cabalgatas de Reyes Magos. La disgregación mencionada en los párrafos anteriores provocó una multiplicación de las cabalgatas en los años 70. Cada barrio se volcaba en su propia cabalgata con mayor o menor acierto estético u organizativo pero con dosis insuperables de entusiasmo. De aquellos gozosos excesos quedan solo la cabalgata de Alcalá de Guadaíra, organizada por la Asociación de Amigos de los Reyes Magos de Alcalá de Guadaíra (en adelante AARM), y dos poderosas cabalgatas “de barrio” en Silos y el Campo de las Beatas.

Me centraré en este artículo en la cabalgata “oficial” de la ciudad (para los barrios “la del centro”). Conocí más de cerca la labor de la AARM al ser invitado a escribir el cuento de Navidad del año 2016 que promueve y publica la Asociación. Me sorprendió gratamente la implicación de cientos de alcalareños en la organización del evento, especialmente de un nutrido grupo de jóvenes. Me pareció una de las iniciativas ciudadanas más decentes y poderosas de nuestra ciudad. La propia maravilla de publicar, y distribuir gratuitamente entre los escolares alcalareños, 5000 cuentos ya es un regalo imponente para nuestra ciudad.

Creo que esta iniciativa podría ser aun más poderosa si se extendiera más tanto social como geográficamente por el tejido ciudadano alcalareño. La cabalgata podría ser uno de los pocos vínculos que dieran músculo a nuestro frágil esqueleto ciudadano. Para gran parte de los alcalareños, en su mayoría ajenos al esfuerzo organizativo que comporta, la AARM se configura como un círculo cerrado con fuerte vinculación social e ideológica y escasa implantación fuera de los entornos familiares del centro de la ciudad. Es (sería) un error, por las dos partes. Tanto la ciudad como la Asociación ganarían enormemente.

Quiero cerrar el artículo agradeciendo a los cientos de voluntarios el enorme esfuerzo y compromiso que logrará sacar a la calle la mejor cabalgata posible esta tarde. Los verdaderos protagonistas, los niños, merecen una noche de ilusión y magia y la AARM lo va a hacer posible, un año más. Tras todo el año trabajando merecéis el enorme premio de miles de ojos de niños alcalareños brillando en su/vuestra noche mágica, celebrando la fragilidad y fugacidad de lo realmente importante.

¡Feliz noche de Reyes!