Siempre existieron. Nada nuevo. Ni en el mundo ni en las aulas y calles de Alcalá. Cualquier sociedad tiene que apechar con un porcentaje variable de jovenzuelos incapaces de asumir normas de convivencia ni de limitar las fechorías que les piden sus menguadas neuronas mediante empatía o sentido común. Lo que no es normal es que haya coincidido con una sociedad cobardemente permisiva, con un sistema educativo menospreciado por la sociedad a la que sirve y, lo peor, con padres irresponsables e inoperantes como educadores.
Las noticias en las últimas semanas no nos han dado tregua. Ancianos asesinados en Bilbao por dos niños. Un profesor agredido en un instituto de Lebrija. Un niño de 9 años violado por una jauría de compañeros de colegio de apenas 12 o 13 años (de lo que acabarán “culpados” la dirección y profesorado del colegio, se admiten apuestas). Un violador de 14 años en Cádiz. Ninguno de estos casos ha tenido Alcalá como escenario, afortunadamente. Sin embargo, pregunten a maestros y profesores por la incidencia del comportamiento “niñateril” en la vida diaria en sus aulas, pasillos o patios y crucen los dedos.
Las faltas de respeto, provocaciones, agresiones verbales son mucho más frecuentes de lo tolerable en nuestras escuelas e institutos aunque representen un porcentaje mínimo del número de chavales que pululan por las aulas alcalareñas. El niñato suele responder a un perfil fácilmente identificable y previsible. Ausencia de normas o de asunción de deberes y responsabilidades en el ámbito familiar. Rechazo a cualquier noción de esfuerzo o disciplina en el entorno escolar. Absoluta, y peligrosísima, sensación de impunidad tanto legal (¡son menores, angelitos!) como familiar.
El apercibimiento, reconvención, castigo, sanción del niñato en el entorno escolar suscita una inmediata reacción de rechazo a asumir las normas y su cumplimiento por niñatos de piel finísima que asumen cualquier castigo como una afrenta a su dignidad y a sus “derechos”. ¿Quién es un despreciado y desprestigiado maestro o profesor para poner límites a las querencias de la criatura? Cuando la reacción escolar encuentra apoyo en los padres podemos albergar esperanzas de reconducir la carrera suicida del niñato. Cuando los padres se convierten en un problema añadido por negligencia, ceguera, irresponsabilidad y/o simple y dolorosa ineptitud educadora estamos perdidos.
Una sociedad que abandera y protege la irresponsabilidad, que respalda comportamientos delictivos mediante su inacción o cobardía, que permite la falta de respeto a normas de convivencia, a personas y a instituciones lo pagará, lo pagaremos muy caro.
Dedos cruzados.
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