A mi querido colega y amigo Alberto Zambrana, que no es un “idiota”
Se veía venir. Años quejándonos de la falta de pulso del centro de nuestra ciudad y ha tenido que surgir un problema de inseguridad y de ocupación ilícita de viviendas para que caigamos en la cuenta de que se nos muere el corazón de la ciudad. Las ciudades necesitan dos motores esenciales para mantenerlas con vida; gente y dinero. Los dos elementos nos fallan en nuestro caso.
La población del centro de la ciudad ha envejecido muy rápidamente en las últimas décadas sin que hagamos nada para frenarlo. Con el envejecimiento de la población ha venido la anemia económica severa que vacía mercados y tiendas, no ocupa calles, desincentiva la inversión y el emprendimiento. La precarización laboral, el empobrecimiento, la especulación inmobiliaria, el abandono de viviendas ha hecho el resto. Como para todos los problemas complejos, no bastan soluciones simples. En las últimas semanas escuchamos en tertulias y charlas de barra soluciones drásticas y sencillas que, curiosamente, siempre tienen que llevar a cabo otros.
Tenemos una facilidad pasmosa para encontrar culpables y descubrir conspiraciones que siempre nos dejan fuera del esfuerzo y el coraje necesarios para solucionar el problema. Obviamente, ningún ciudadano individualmente es culpable de que grupos organizados hayan tomado el centro de Alcalá como campamento donde ocupar viviendas y robar. Pero sí hay responsabilidades colectivas como ciudadanía (que no afectan solo a los habitantes de la zona centro) que asumir si queremos salvaguardar una parte esencial de nuestra ciudad. Comprar, pasear, cenar, invertir en el centro de la ciudad sí está a nuestro alcance y sí tiene la capacidad de echar a andar las pesadas ruedas que empujan la economía y la vida ciudadana.
Dejamos morir el mercado de abastos (preferimos conducir kilómetros para hacer una compra que comprar en un mercado céntrico, con fácil acceso y aparcamiento gratuito). Tuvo que cerrar un multicines. Se van cerrando bancos, tiendas, bares, locales de ocio porque no los usamos como clientes. Los mismos que después nos quejamos de que no haya tiendas, bares, oferta de ocio a los que acudir en la zona centro. Exigimos la máxima comodidad y facilidad para acceder a los establecimientos comerciales o a las zonas de ocio (tráfico, aparcamiento…) pero no nos importa perder horas para hacer lo mismo en centros comerciales fuera de la ciudad o en el centro de Sevilla.
Las autoridades políticas tienen mucho que hacer en esta coyuntura. No están en sus puestos solo para administrar la ciudad (nos bastaría con el trabajo de técnicos, contables y administrativos para eso) sino para tener iniciativas que propicien y mejoren la vida ciudadana. Facilitar la rehabilitación de viviendas, mejorar el tráfico, habilitar zonas de aparcamiento, mejorar la seguridad son ideas que no dependen de la inercia administrativa sino de la iniciativa, la convicción y el compromiso como líderes de una comunidad.
Si coinciden los dos compromisos, el ciudadano y el político, estaremos propiciando el principio del final de la anemia vital y económica del centro de Alcalá. Si competimos en el lloriqueo y la falta de compromiso estaremos asistiendo al principio del final de la vida en el centro de una ciudad de 75.000 habitantes. Hay precedentes ominosos de ruina del centro de ciudades (Detroit en EE.UU) y ejemplos magníficos de rehabilitación y dinamización (Berlín, Lisboa, Viena, Bilbao, Málaga, zonas de Sevilla…). No nos podemos permitir perder la zona más importante de la ciudad como nuestra. Es hora de una movilización ciudadana que ocupe espacios y tiempos, disuada el vandalismo y la ocupación ilegal, y se comprometa con su ciudad. Además de políticos comprometidos y capaces necesitamos ciudadanos implicados con su ciudad. Más y mejores líderes, menos postureo e inercia. Más ciudadanos, menos idiotas (en Grecia, quien no se preocupaba por los asuntos públicos).
Los artículos de Alberto Mallado y de Juan Alcaide lo explican mejor que yo.
Parafraseando al poeta inglés John Donne, “nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.”
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