Hace cien años, llegaron los Salesianos a Alcalá. Con ellos muchas cosas, la suya es congregación con afán transformador, siempre en movimiento. De su mano llegó un asidero, una tabla a la que agarrarse en los naufragios. San Juan Bosco les encomendó que allá donde fueran arrojaran un salvavidas para quienes estaban ahogados por la angustia de sentir que nadie compartía sus problemas. Con los Salesianos llegó María Auxiliadora y día tras día, durante un siglo el pueblo de Alcalá se ha encargado de labrar la corona que la distingue y evidencia la fuerza de su devoción.
El sello del vínculo que une a Alcalá con esta Virgen, quedó estampado en una hermosa ceremonia cargada de simbolismo y que ha deparado hermosas estampas. El lugar en el que tuvo lugar era conocido para la mayoría de los asistentes. Una gran explanada situada en un sitio estratégico. Bajo las murallas del Castillo que coronaban la panorámica, elevada sobre el río Guadaíra y con la perspectiva perdiéndose hacia el Adufe. De fondo el dosel de un cerro de albero, poniendo gamas de dorados para contrastarlas con las de la corona y el estofado de la talla de la Virgen.
A las diez de la mañana la Virgen salió de Santiago, donde el día antes había presidido el triduo itinerante y a las once ya estaba en el altar de la coronación para la ceremonia. Gran cantidad de público, de Alcalá y de pueblos con presencia Salesiana en Andalucía, Canarias y Extremadura. Sus banderas estaban a un lado del altar, como un recuento de ciudades ganadas para la causa de la devoción a la Virgen Auxiliadora. La presencia de sacerdotes de Alcalá y de hijos de Don Bosco fue muy numerosa.
El arzobispo de Sevilla, subió hasta la altura de la Virgen para imponerle la corona. Es la que siempre ha lucido. Asenjo había dejado claro que no quería que la Coronación fuera excusa de dispendios y sí que fuera motor de caridad. El proyecto Samuel es la obra elegida como obra social de la coronación. “La coronamos con una joya material y también en nuestros corazones como reina y dueña de nuestras vidas”, dijo en la homilía. Hermosa ceremonia engrandecida por los cantos del coro del Dulce Nombre, fotos para el recuerdo, mantilla para las mujeres con afán de engrandecer el acto y procesión de vuelta a Santiago con la sonrisa en el rostro, puro carisma Salesiano. “Estad siempre alegres” dejó dicho San Juan Bosco. Y ayer su encargo se cumplió a rajatabla.
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