Parece ser que los calores están trastocando las cosas este veranito, a lo político me refiero. Tanto en lo local, como en lo nacional y lo internacional. Y es que el mercurio subiendo por la pipeta produce dos reacciones contrapuestas, o eres presa de ese amodorramiento que te obliga a permanecer inactivo o por el contrario se te sube la bilirrubina nublando todo juicio y impeliéndonos a acciones inusitadas, normalmente no muy bien avenidas.
El señor Alcalde que tiene el corral revolucionado, una concejal no adscrita y dos dimisiones y a la oposición aporreando la pandereta de la dimisión como solución. Al alcalde le están cayendo por todos lados y está por ver la gobernabilidad del pueblo en los dos añitos que quedan hasta que las urnas tengan algo nuevo que decir. Desde aquí, en la distancia, la prudencia y la falta de información amordazan la descorazonara opinión que se me está formando acerca de la situación por la que está pasando mi pueblo. No obstante, por intentar darle una lectura positiva, quizás estas turbulencias puedan ser lo mejor que nos podría pasar. Un poco de agitación quizás nos desmodorre de ese largo verano al parecía estaba sumido el consistorio.
Al alcalde se le reclama y reprocha desde todos los rincones una falta, más que de liderazgo, me atrevo a decir, de atención. Como si sus otras funciones le restarán el tiempo necesario para dedicárnoslo a nosotros, su pueblo. Esta lectura me parece que bebe demasiado de un modelo paternalista, o peor, caudillista que tan desastrosas consecuencias ha estado trayendo a la sociedad y a la cultura española, un tufillo a la coartada de que siempre habrá una última instancia (el padre, el jefe, el alcalde, el presidente, el estado, Dios o San Pancracio) o que lo arreglará todo en el último suspiro o al que podremos exigir explicaciones por nuestras desdichas. Si es cierto que por población y entidad, Alcalá, podría mantenerte demasiado ocupado como para que ni siquiera te diera tiempo a pensar en otras aventuras; por otro lado, si nos alejamos del modelo paternalista y abrazamos un modelo de gestión, que el alcalde pudiera atender otras responsabilidades podría ser signo de su competencia, al ser capaz de gestionar un equipo que asumiera el poder y supiera dar las respuestas que la localidad necesita.
Yo no tengo ni pajolera, algunos habrá que digan que el alcalde nos tiene abandonados, otros que su mandato es tan paupérrimo que se le están yendo hasta los concejales, un puñado argüirán que las energías que emplea para mantener esas “otras responsabilidades” le han vuelto descuidado, o despótico o insensible y por supuesto sobrarán los que le defienden a capa y espada; y en esas tenemos plenos tan moviditos como el del primer martes de este mes. Pero es que esta es una historia de por tan repetida que ya hastía. El alcalde y sus acólitos sin ejercer la más mínima autocrítica y la oposición maldiciendo cada uno de sus iniciativas retratándolos como los culpables de todos los males.
Un ejemplo sublime de esto último lo vimos el jueves pasado en la comparecencia de Mariano Rajoy. Entre el “y tú más” y “fin de la cita” los demás nos quedamos con cara de ¿y aquí qué ha pasado? La misma cara que se me quedó a mí el otro día cuando un inglés me vino a preguntar que qué estaba ocurriendo con Gibraltar.
Nuestro presidente compareció para no decir nada, a lo sumo con la boca chica que se equivocó y la oposición hubiera hecho fiesta si el gallego se hubiera cortado la cabeza allí mismo; todo en una retórica aburrida, torpe y carrasposa que tuvo en el “fin de la cita” lo único reseñable como metáfora de lo enlatado y precocinados que están estos eventos, donde todo está dicho de antemano.
Y luego la que estamos liando con Gibraltar, que no digo yo que no habría que meterle mano, más que nada por ser un paraíso fiscal, uno de esos sitios donde les permitimos a los ricos que se hagan más ricos llevando a cabo argucias que los demás mortales tenemos vetadas, mientras sobre nuestros hombres recae la titánica tarea de levantar la economía con la subida de impuestos y esa novísima idea de bajarnos un 10% los salarios. A mí la bandera que ondea en el Peñón me la trae al pairo, además estamos en Europa, lo que importa son los negocios que se hacen a extraperlo bajo su protección. Pero ese no es el objetivo de nuestro gobierno. Yo estoy en que el Cameron y el Rajoy se hablaron el otro día por teléfono: el Cameron puede utilizar el grotesco episodio como ejemplo de ataque a la soberanía británica y alimentar a los euroescépticos que tanto rédito electoral le proporcionan y a los que de vez en cuando hay que soltarles carnaza para que se entretengan y no le muerdan la mano y Rajoy consigue que las portadas se desplacen de los sobres de Bárcenas a los macacos del peñón. A ver lo que les dura.
Un verano movidito, en el que cada vez más se va impregnando la sensación de que la política esta revenida, tan revenida como una bolsa de pipas que olvidaste dentro de la maleta del colegio y que vuelves a encontrar años después cuando estás haciendo limpieza en el trastero. Cala más la sensación de que la política está orientada a favorecer sólo a aquellos que la ejercen como profesión, que el discurso esta cosido de antemano y que si acaso alguien saca provecho son esas entelequias a las que llamamos “poder financiero” “mercados” o “sectores económicos”
Y en cuanto al pueblo, a ver, a ver si los políticos a los que votamos, a los que reconocemos cuando nos lo cruzamos por la plazuela, o tomando unas tapas en cualquier terraza, a los que tratamos, a los que somos amigos de algún cuñado o primo, vamos a decirles a esos, a esos que tenemos tan cerca, que se dejen ya de retórica, y del dimite tú o del “y tú más” y hacerles ver que estamos en crisis y que reflexionen de una vez -como clamó Lola Aquino del PA- y que de una puñetera vez se pongan ya de acuerdo para sino sacarnos del hoyo si mitigar el atolladero en el que nos encontramos y dentro de dos años veremos a ver. Nuestro derecho y deber es exigírselo; porque si no lo hacemos, si no nos implicamos activamente, no tendremos derecho a quejarnos, ni a pedirles cuentas.
Pero me da a mí y no es pesimismo, es calor, que de ese amodorramiento no les va a sacar nadie y que por contra van a seguir con la bilirrubina por las nubes. Políticos son. Pero lo que a mí me importa es ¿qué vamos a hacer nosotros?
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