Opinión - 03/07/2012
"Sin hamacas ni terrazas". Juan Alcaide
Autor:
Juan Alcaide Rubio

Ya ha llegado el verano con sus calores. Ya ha llegado el verano tejiendo sus largas tardes entre los sudores de una siesta tan ancha como necesaria y el insomnio de una noche pesada y quieta. Y es ahora, como ha sido siempre, cuando el calor más aprieta, el momento en el que el pueblo se "mete pa dentro"; antaño, al fresco de un patio umbrío, bajo una parra muda ahogada por el zumbido de sus avispas; hogaño, al frío artificial de unas celdas que, aisladas del exterior por unos buenos cierres, despachan a la calle el runrun uniforme y cansino de sus máquinas de aire acondicionado.

El pueblo sabio deja pasar las horas de fuego, se refugia del incendio y espera a que, como cada día, se vaya apagando el foco. Y es entonces, cuando se va retirando la sofocante estufa, la hora en la que la gente "sale pa fuera"; ayer con la silla o la hamaca en la mano, buscando la puerta idónea donde sentarse a charlar, o la terraza en la que tomarse algún refrigerio; hoy... ¿adónde va la gente hoy? ¿Adónde vamos hoy los que, tras capear el vespertino temporal de grados, salimos a las calles de Alcalá buscando un lugar donde airearnos y pasar un rato charlando antes de volver a nuestros panales?

Quedó atrás el tiempo en que la calle era una prolongación de la casa, el tiempo en que se sacaba la salita a la puerta y se vivía hacia afuera. Ahora que ya no llevamos ni la hamaca, ni la silla bajo el brazo, salimos más allá de la calle buscando a la gente en la plaza, en el paseo, en las terrazas, pero la gente no aparece en el paseo y entre plaza y plaza, pocas terrazas, pocos veladores donde sentarse a tomar algo fresquito.

Si ya el resto del año el centro de nuestra ciudad tiene poca vida, cuando llega el calor estival, la vida pasa de escasa a casi inexistente. Es una pena pasear por el centro cuando empieza a refrescar ligeramente el día y comprobar que falta ambiente, que falta el ir y venir que llene de savia el cuerpo de este pueblo. No es que no haya ni un sitio al que acudir, los hay, pero son pocos y muy retirados entre sí; unos veladores en el Duque, otros cuantos en La Placita... poca cosa.

¡Abre tú el negocio! dirán algunos, y ahí precisamente es donde está el problema, en abrir, no en que funcione una vez abierto, sino en lo difícil que es ponerlo en marcha. Conozco a alguno que lleva peleándose meses con la "burrocracia" para poder abrir un local de los que inyectan vida al pueblo, un negocio de los que tanta falta hacen para alegrar nuestro centro, y todo son problemas, trabas e inconvenientes. Lo mismo ocurre con aquellos que ya están funcionando y solicitan sacar mesas a la calle, todo impedimentos y escollos, hasta conseguir aburrir al valiente que con su empresa hace más por el pueblo que todos los regidores del municipio juntos.

No estamos precisamente ahora para soportar más dificultades de las precisas, para exigir tasas antes de mover un dedo, no está la cosa para seguir recaudando antes de abrir el pico, para poner obstáculos innecesarios, más bien al contrario, es el momento de facilitar cualquier iniciativa, de ayudar, de impulsar, de incentivar, de abrir las puertas a todo aquel que venga a llenar un espacio que lleva vacío demasiado tiempo, un espacio que necesita renovar su aire y cambiar la anquilosada postura desde la que ha ido viendo perder poco a poco el jolgorio de los juegos, mil historias repetidas y alguna que otra vida.

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