En mi permanente lucha contra el sobrepeso, alterno correr por el parque Oromana, nuestro mejor equipamiento deportivo, con caminatas urbanas por itinerarios aleatorios que con el paso del tiempo uno va seleccionando y acaba por quedar reducido a unas pocas rutas que voy rotando para no hacer más cansino aún lo que uno percibe con cada paso.
En este tiempo que el calendario nos recorta una hora a la tarde menguante, hay que buscar acerados amplios suficientemente iluminados. Por comodidad y seguridad, uno acaba transitando por esas lujosas fachadas horizontales que los Planes E nos legaron. Unos activos que empiezan a volverse tóxicos en la contabilidad del déficit público. Alumbradas con farolas gama alta, que en el margen está el beneficio, y maquilladas con una vegetación redundante cara de mantener que, como buenos nuevosricosvenidoamenos que somos, no tendremos más remedio que acabar despidiendo al jardinero fiel. Entre todos vamos a tener que hacer turnos para cortar el césped y podar los setos. Un conocido mío me comentó que él hace el verdeo de la aceituna en las rotondas. El dice que la finca es pública y no le falta razón.
Entre todos los recorridos, el de mayor éxito de público es la ronda norte. Una peatonalización involuntaria que el trazado de las vías del tranvía ha dibujado a su paso por el barrio del Instituto, las urbanizaciones interruptas al sur de la A-92 y el goloso vacío urbanizable de las canteras del Zacatín. Vayan a comprobarlo, cualquier tarde hay más ambiente que en la triste calle La Mina. Grupos de señoras andarinas por prescripción facultativa, perros paseando a sus dueños, corredores uniformados del “DECARTON”, patinadores a la espera de una pista que no llega, sufridos ciclistas urbanos de nuestra ciudad en un improvisado carril bici, parejas jóvenes cansando a sus crías antes del baño, adolescentes ociosos con las caras iluminadas por su smartphones … Aún no he visto una mobylette campera con una reata de galgos, ni un caballista dando picadero a su jamelgo. Será que el enlosado de cinco centímetros de granito y las pezuñas no se llevan bien, o que, lo más probable, prefieren el piso blando de la otra Vía Verde, por mucho césped plastiquero que le pongamos a esta.
Las Vías Verdes son trazados ferroviarios que ya no tienen servicio de trenes, o que nunca llegaron a tenerlo por quedar inacabadas las obras de construcción. Como tal ya tenemos reconocida por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles la Vía Verde de los Alcores que discurre por el antiguo trazado del tren de Alcalá a Carmona. Espero que los patronos de esta Fundación no se enteren que tenemos otra candidata, recientemente sentenciada por los presupuestos de la Junta para el próximo ejercicio. A la Consejera Elena Cortés, nada sospechosa de no apostar por un transporte público sostenible, le han asignado la gestión del desastre que supone afrontar lo inconcluso con menos fondos que una Caja de Ahorros. Nuestro alcalde se ha comprometido a que las obras terminarán en este mandato y la oposición ha tendido la mano para que cuenten con ellos para hacer frente común. La rotundidad con la que cada uno ha lanzado su compromiso se acabará colando por el sumidero donde terminan todas las buenas intenciones cuya ejecución depende de los demás. Siempre habrá un blanco sobre el que arrojar el fracaso. Ya en las redes sociales anda preguntando el Ayuntamiento a través del Foro Ideas Alcalá (www.foroideasalacala.com, por cierto una buena iniciativa que busca la participación ciudadana), que alternativas propondrías para mejorar las comunicaciones en la ciudad tras conocerse la paralización de las obras del tranvía.
Podemos tomar ejemplo de Jaime Lerner, que fue alcalde de Curitiba (Brasil) y consiguió que su ciudad saltara a la fama por un sistema revolucionario de transporte público. Consiste en “metronizar” el autobús utilizando vías existentes e implantando un circuito de carriles con estaciones tubo donde el usuario paga al entrar y están al mismo nivel del autobús, lo que facilita el acceso y da fluidez al servicio. Con una frecuencia de paso similar al metro, permite transportar hasta 300 pasajeros en autobuses de diseño biarticulado. Y lo mejor de todo, este sistema es hasta cien veces más barato que el metro y unas veinte que el metro ligero o tranvía en superficie. Según estos cálculos, de los 133 millones de euros presupuestados para la línea de Alcalá a Pablo de Olavide, con 6,65 millones de euros bastaría para acometer esta conexión. El reto, que no la pega, es hacer esta alternativa sostenible y que los vehículos sean eléctricos o al menos de motor híbrido en una primera fase hasta que esté garantizado la autonomía de esta nueva tecnología limpia. Se ha avanzado mucho en este campo en los últimos años y los datos son al menos esperanzadores.
La ruta no tendría que ser muy distinta al actual trazado del tranvía en su inicio, discurriendo por la zona norte y bajando por la avenida Mar Mediterráneo en el Zacatín hasta el Puente del Dragón, para desde allí directo a La Olavide por la nueva ronda que conecta con “las obras” de la carretera de Dos Hermanas, otra infraestructura tóxica, hasta la autovía de Utrera-Sevilla. Yo me saltaría la parada del Parque Comercial Los Alcores. Ya contamos con una línea de bus urbano hasta allí que funciona bastante bien. Lo importante es dar una alternativa cómoda, rápida, económica y sostenible al vehículo privado para llegar hasta La Olavide y poder conectar con la Línea 1 del Metro de Sevilla.
Todos los medios que pongamos para mejorar la movilidad son compatibles, aunque es discutible el coste de su mantenimiento y por supuesto de su ejecución. Por lo avanzado de las obras, espero que el tranvía no se ahogue en la orilla de este mar revuelto en el que andamos navegando. Yo que soy optimista patológico confío que terminará arrancando y que será una Vía Verde en el sentido sostenible del color, que es también el de la esperanza de no perder este tranvía llamado deseo.
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