Opinión - 06/08/2013
"¡Anda ya!". Juan Alcaide
Autor:
Juan Alcaide Rubio

Ulula el Levante estos días por nuestra tierra arrastrando, además de calor, un clamor que en Alcalá se desborda y llega mucho más allá. Un hastiado clamor:

"Hay que ver cómo está el tráfico. Es que no se puede aguantar. ¿Que vas a coger el coche? ¡Qué disparate! ¡Anda ya!"

Anda ya hombre, anda. Eso es precisamente lo único aconsejable estos días en nuestro pueblo, andar, a pesar de la calor —y eso que este verano arrancó aliviado—, si quieres moverte de un sitio a otro.

Y es que ese mal endémico en que se ha convertido el tráfico en nuestra ciudad, y que parece no tener vacuna, vuelve a la palestra coincidiendo con el verano porque es, con buena lógica, el momento menos malo —nunca bueno— para acometer obras de mejora o mantenimiento en algunas calles que obligan al corte de las mismas.

Este año se han juntado las eternizadas obras de la calle Silos con los cortes de las calles Herrero y Barrio Nuevo, con lo que al caótico tráfico de costumbre hay que sumarle estos obligados trastornos que han vuelto a exigir cambios en la ordenación del tráfico en Alcalá. Ante la severa realidad, el Ayuntamiento plantea alternativas que, aun entendiendo la dificultad, siguen teniendo ese tufillo a improvisación —más allá de pequeños errores en las nuevas señalizaciones que, acaso, provocan leves inconvenientes—  que viene acompañando al devenir urbanístico de nuestro pueblo desde hace demasiado tiempo ya. 

Pero no está solo el Consistorio en esta empresa, porque también surgen ideas de los ciudadanos que quieren ayudar por medio de su experiencia, como las que plantean los integrantes de la Plataforma "Muévete por Alcalá".

Ideas buenas, éstas últimas, porque surgen de la experiencia del alcalareño que sufre, enclaustrado en su coche, el inmenso rodeo al que se ve obligado para llegar de una calle a su paralela; o del vecino que se ahoga asomado a su ventana viendo el continuo atasco de su calle ("Pescuezo", La Plata," Cañá", La Mina, Juan Abad...); o del comerciante que se desinfla, a punto de rendirse, en su isla inaccesible.

Tanto las propuestas planteadas por la mencionada plataforma como las recogidas por los distintos grupos políticos, atendiendo a demandas de ciudadanos particulares, son necesarias y están muy bien. Algunas de estas propuestas han sido asumidas por el grupo socialista y otras, argumentando con buen criterio la incoherencia que supondría su adopción al chocar frontalmente con la idea de ciudad que están intentando hacer realidad, han sido rechazadas.

Pero es ahí, precisamente ahí, en el ideal de ciudad al que se aspira, donde está el quid de la cuestión. Donde reside la verdadera posibilidad de arreglar para siempre el tráfico en Alcalá o seguir parcheando el problema con soluciones puntuales que duran lo que dura una emergencia.

El ideal de ciudad que defienden los gobernantes de Alcalá, más que conocerlo los ciudadanos, lo intuimos, y a medias. Y lo hacemos a través de las estrechas calzadas y las amplias aceras; a través de los importados bulevares; o a través de la recuperación de plazas y jardines. Pero sólo eso, lo intuimos, porque nadie sabe muy bien de dónde nace ese ideal. Mas, con fijarse sólo un poco, cualquiera diría que dicho ideal parece estar basado en una mala copia— un corta y pega — del modelo de ciudad de algún reputado urbanista que no hubiera pisado esta tierra en su vida.  Es sólo una impresión, simplemente se sospecha. Y se sospecha en la falta de atención a la peculiaridad de nuestra orografía; en el sucio y asfixiante pavimento color paloma de cemento —como escribía el poeta— que rodea nuestras plazas; o, sobre todo, en el insoportable caos de un tráfico maldito que estrangula la vida del centro y lo entorpece todo. 

No hay quien sea capaz de explicar el plan de ordenación del tráfico seguido en los últimos tiempos. Y no hay quien lo haga porque no se puede explicar lo que no se entiende. Y a lo máximo que podemos aspirar, si pretendemos verbalizar tanto caos, es a repetir un trabalenguas que empieza a sonar ya entre el humo negro de nuestros atascos:

Entre tanto trato y triste treta, los trepas trastocan la trama de céntricos tramos trayendo tensión y trasiego, trastocando el trágico tráfico en tedio tremendo y trocando trinos antiguos  por terribles truenos nuevos.

Pero poco más, clamamos y poco más. Y es que, aun pudiendo llenar nuestras bocas de insultos para arremeter contra todos los que nos han condenado al padecimiento del tráfico en Alcalá, seguirá siendo eso, un clamor que se pierda tras el eco del albero, pero no el camino para empezar a cambiar la idea de ciudad.

En nuestros pies está la clave para cambiar el concepto de pueblo y romper viejas costumbres que vienen llevándonos sobre ruedas de un lado a otro, a todos sitios y de puerta a puerta. Mientras seguimos atascados, discutiendo sobre la ineptitud de los que deciden o lamentándonos de la incapacidad de sentar en una mesa a aquellos con criterio suficiente para urdir un plan de urbanismo serio, concreto y moderno que solvente nuestro mal endémico, se nos van ablandando los gemelos, porque aquí ya casi nadie sube las cuestas.

Se nos olvida, a muchos alcalareños, que podemos ayudar a cambiar el aspecto de nuestro pueblo y, de paso, pasito a paso, aliviar un poquito la circulación. Pero, si ni siquiera estamos dispuestos a dejar el coche aparcado —donde sea—  y patearnos nuestras calles, ¿adónde vamos?

¡Andemos ya hombre, andemos ya!

 

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