La veleta, la cigarra.
Pero el molino, la hormiga.
Inmersos en la calor, tornan como cada año los días azules y los olores secos, la apabullante luz y el eterno sol apretando. Vuelven con los niños sin clases aquellas ganas de no hacer nada y de tumbarse a mirar cómo un viento ligero dibuja un titubeo en la veleta mientras canta la cigarra. Es la hora de ahorrar esfuerzos, obligados por los rigores. Pero también de redoblarlos en previsión de un otoño seguro. Cada quien entienda y atienda su posición.
El estío ha inundado el Trópico de Cáncer y nos ha calentado a todos, ha llegado hasta nuestro pueblo y está abrasando a su Ayuntamiento. El verano ha cogido al Consistorio con los deberes mal hechos y sin terminar. Mientras algunos se entregan al dolce far niente, recobrando energías a la espera de un tiempo más benigno, otros intentan poner en marcha a su ejército de hormigas en laboriosa marabunta para poder afrontar un otoño más halagüeño.
Los deberes inacabados son muchos, les queda tanto por terminar a los que gobiernan nuestra ciudad que resulta difícil evaluar el trabajo realizado. Pero, obviando asignaturas pendientes, hoy tenemos que abrir una rendija para que se cuele por ella un hilo de esperanza. Seguramente, de todas las tareas pendientes, la que viene provocando más controversia sea la de la peatonalización del centro y el caos en el tráfico provocado por las interminables obras. Y es de aquí de donde parte el haz de esperanza que ha de mostrar el camino por el que ir solucionando problemas. Este nuevo camino parte del cambio de actitud de nuestro alcalde y sus ayudantes que, al fin, se han parado a escuchar las propuestas planteadas por los que vienen sufriendo los atascos en sus tripas y la mala circulación en la sangre y han adoptado algunas de las medidas concretas planteadas desde hace tiempo por esos que más han sufrido el problema y mejor conocen el panorama (vecinos y comerciantes).
Ahí nace el camino correcto, en el lugar en el que se deja de pasar altivamente oyendo de pasada y se muestra una humilde voluntad de escuchar. Cabe esperar que esta postura no se quede en un mero parche para taponar las molestas heridas provocadas por las manifestaciones que llegaron hasta las entrañas de la Casa del Pueblo y evitar fotografías tan dañinas.
Tal vez este nuevo talante sea premonitorio -ojalá así sea- de la nueva actitud de nuestro alcalde ahora que no ha conseguido el ansiado puesto como Secretario General del PSOE en la provincia. ¡Ojo! que habría sido bueno, muy bueno, que lo hubiese conseguido, pero desgraciadamente no ha sido así y, como ocurre con cualquier derrota, el hecho debería tener consecuencias. Quizá, el hasta ahora indiscutible líder del partido en Alcalá, libre de batallas extramuros, tras sacudirse el polvo de estrellas, baje más asiduamente a la palestra a mancharse con el albero de su feudo y siga enfrascado diariamente para allanar el camino. En realidad no le queda otra opción a Gutiérrez Limones, a no ser que, habiéndosele quedado pequeña la poltrona, prefiera abandonar su cargo.
Pero el mayor problema no es que haya deberes sin terminar, sino que muchos de los entregados están mal hechos, y tan mal hechos que nos han dejado un escollo en mitad del camino que desde aquí parece infranqueable. El escollo se llama deuda, y la deuda hoy ensombrece cualquier vereda. El Ayuntamiento ha ido gastando alegremente, al son de la confiada cigarra, lo que no tenía durante demasiado tiempo hasta levantar un escollo de más de 62 millones de euros, lo que lo sitúa entre los sesenta más endeudados de un país en ruinas.
La deuda es una inmensa losa, un lastre que arrastraremos sabe Dios cuánto tiempo, un hoyo del que ninguno de nuestros gobernantes sabe cómo salir; entre todos, a lo más que llegan es a idear, ahí sí, con gran imaginación, nuevas cargas a los ya sobrecargados contribuyentes.
Y se me vienen de nuevo aquellos versos de Dámaso Alonso y, alcalareñizado, se me trocan:
La veleta, la cigarra.
Y la hormiga sin molinos.
Lo que el Cabildo malgasta
se lo carga a sus vecinos.
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