Me decía una persona que conoce la política alcalareña desde dentro que, hace ya treinta y tantos años, un compañero de más edad y experiencia repetía siempre: "lo que queráis, mientras no entre ningún invento nuevo,  lo que sea. Todo menos abrirle la puerta a un partido independiente; el tablero está ya ocupado y los votos hay que repartirlos entre los que somos".

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero aquella máxima sigue estando en íntima y secreta vigencia entre los mismos partidos de siempre. La política es un juego al que se puede entrar sólo si te abonas a alguno de los "clubes" conocidos.

Mas, aunque la vieja premisa sigue marcando el paso de los mismos veteranos, el tiempo ya no es el mismo, y el cielo plácido y desleído de antaño se ha enredado en una nube que presagia tormenta. Todas las nubes en una, a través de una triple "w" infinita, se han transformado en un nubarrón que nos cubre a todos y amenaza cada día con un aguacero de información vertiginosa. Y esa inmensa nube entretejida en la web sigue engordando cada segundo con las gotas que cada quien aporta como y cuando quiere.

Los partidos de toda la vida han entendido la revolución y se han lanzado a volar para aprovechar  las enormes posibilidades de una nueva dimensión. Pero la vaporosa blanca está a disposición de cada uno de los individuos del planeta sin necesidad de carnet ni padrino y, asimismo, han proliferado todo tipo de asociaciones, agrupaciones, sociedades y nuevos partidos que encuentran un eco extraordinario en la misma red. Se antoja hoy, pues, más difícil que nunca ponerle puertas al campo. Ha de resultar más complicado que ayer seguir convenciendo con la vieja coartada partidista de lo peligroso de probar nuevos caminos, de aceptar alternativas o de proponer cambios radicales argumentando la necesidad de experiencia, el miedo a la instauración bananera o lo utópico de todo lo que no sea lo de siempre.

No hay más que subir a la nube por donde nos pilla más cerca, por aquí, justo encima de nuestro pueblo, para congraciarnos con ella comprobando el interés de tantos alcalareños por su tierra, por lo que en ella ocurre y por saber cómo y por qué ocurre para buscar soluciones. Para congraciarnos —como pasó con este periódico hace más de dos años— con cada nuevo alumbramiento digital (televisiones independientes, blogs, revistas...) en Alcalá. No hay más que subir para entender, con una ojeada pausada al nombre de nuestra ciudad a través de twitter, saltando de enlace en enlace, que tenemos razones para suponer que a nuestra vieja política se le podrán exigir más que nunca las cuentas claras y los números con fundamento.  

No hay más que asomarse para valorar el potencial propagador del nubarrón. Potencial para albergar y lanzar ideas, propuestas, soluciones y proyectos de iniciativas políticas como Ciudadanos de Alcalá, Alternativa Alcalareña o la representación local del mentadísimo Podemos; para denunciar con imágenes sórdidamente descriptivas la agonía del coloso encorsetado frente al Derribo; o para lanzar una magnífica campaña reclamando deudas y dignidades que será, junto con la implicación de muchísimos paisanos, la culpable de que una mañana veamos un tranvía llegando a Alcalá y una tarde salgamos en dirección a Dos Hermanas sin la sensación de circular por una carretera deprimida que fracasó en su intento de saltar de categoría.

Ahora bien, toda la carga de un cielo encapotado que presagia tormenta, puede reventar en una atronadora precipitación que vuelva la realidad del revés, o disiparse elevándose en exceso y perdiéndose más allá de nuestra atmósfera, más allá de nuestro ambiente.

De nosotros depende que surja realmente un tiempo nuevo bajando de la nube a la tierra, pisando seguros nuestro sucio pavimento, calados hasta los huesos por la tormenta de información, y echándonos a las calles para limpiarlas con cada una de las gotas del enorme  aguacero alcalareño.