Opinión - 20/02/2014
"Como una última boqueá". Juan Alcaide
Autor:
Juan Alcaide Rubio

Lleva a punto de morirse desde que nació, pero todavía no ha expirado.

 Cuando todo era proyecto y crecimiento en un pueblo inmensurable, nos vendieron la historia de un lugar que había de convertirse en un bullente foro donde, después de dejar el coche cómodamente aparcado, los alcalareños confraternizaríamos llenando nuestras cestas de exquisitos productos entre charlas prolongadas por un ambiente propicio.

Casi, casi parecía que La Boquería barcelonesa bajaba hasta el sur para abrirse en sucursal alcalareña. Y parecía que estaba todo pensado y bien atado: un antiguo edificio rehabilitado, ejemplo de alternativa y reciclaje urbanístico; una estupenda ubicación, lugar céntrico y de paso, de entrada y de salida, parada a medio camino entre la profundidad de La Mina y la elevada meseta de Silos; una nueva estética, más colorida, más limpia, más moderna; y, finalmente, una nueva oferta, nuevos puestos que vendrían a asegurar variedad y calidad.

La nueva Plaza del Mercado de Alcalá parecía una apuesta segura. Pero sólo parecía.

Ya desde antes de nacer, en el período de gestación, hubo quienes no lo vieron claro. Los que más experiencia tenían en el asunto, que no eran otros que los antiguos placeros, los del antiguo mercado de abastos, fueron los primeros en comprobar que no era todo tan bonito. Entendieron muy pronto el plan por el que los estrategas municipales, negando nuevas licencias en la plaza de Madueño de los Aires, simplemente dejaban morir de abandono y olvido, con los pocos puestos —que heroicamente resistían— dentro, a un mercado que consideraban obsoleto. La nueva plaza iba a ser otra cosa, un mercado del siglo XXI en el que no cabían antiguallas de una época en blanco y negro con olor a charco y serrín.

Ya intuyeron entonces los más experimentados que todo el monte no era orégano, aunque lo pareciera.

El hecho es que,  entre gestiones y ofertas, los urdidores del plan fueron pasando de obligar a coger número y esperar en la cola, a llamar a las puertas de tenderos de toda la vida ofreciéndoles poco menos que hipotecarse a cambio de un rinconcito en su privilegiada parcela. Para terminar recurriendo a los viejos placeros —a los mismos a los que, poco antes, no les había importado sepultar en la ignorancia— para que tirasen del carro. Así, de aquel proyecto “ideal” a su materialización real, terminó existiendo la misma distancia que hay, en coche, de Pinichi al Ayuntamiento: aparentemente a tiro de piedra, pero, en efecto, grotesca y disparatadamente larga.

Más allá de las innegables dificultades de una realidad social complicada y más allá del poco dinero y las muchas prisas de las nuevas generaciones, no se entiende el fracaso del nuevo mercado.

 Somos muchos los que no podemos entender cómo se han ido malogrando cada una de las expectativas iniciales. Cómo el lugar céntrico, de entrada y de salida, se ha convertido en una asfixiante ratonera. Cómo la supuesta variedad de ofertas se ha quedado en unos pocos comerciantes pertinaces que sostienen el chiringuito a duras penas. Cómo hemos terminado viendo en una televisión local a uno de esos comerciantes, una joven con arrojo, clamar contra la cerrazón de un ayuntamiento y la pasmosa indiferencia de su excelentísimo alcalde. Cómo el delegado de Hacienda, Salvador Escudero, aprendiz de alquimista fracasado en su aspiración a rey Midas, ni se inmuta para reflotar un proyecto que él mismo, como todo lo que toca, hundió.

Y no podemos entender, al fin, mientras esperamos —como el poeta— un milagro de la primavera, que tengamos que resignarnos a asumir que la vida de lo que pretendía ser una hermosa "boquería" no ha sido otra cosa que la imagen de una última "boqueá" lenta y tristísima. 

© Guadaíra Información - 41500 Alcalá de Guadaíra (Sevilla) - España
Teléfono: 655 288 588 - Email: info@guadairainformacion.com � Aviso Legal